La sustentabilidad es un concepto que se encuentra de moda. Ya casi no quedan disciplinas o ámbitos laborales o educativos donde no se lo utilice. La sustentabilidad surge como respuesta a los problemas del cambio climático y contaminación del planeta que comenzaban a vislumbrarse en la década del 80.
La arquitectura como una disciplina clave en el estudio y proyección del hábitat humano y la ciudad, tiene gran responsabilidad en el cambio climático. De hecho, el 40% de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases contaminantes (a nivel mundial) se vinculan con el sector residencial, sin profundizar en otro 30% asociado al transporte, donde se incluye el crecimiento difuso de las ciudades. Por ello, es fundamental cuestionarnos y replantear el rol de los arquitectos y urbanistas en el problema del cambio climático y la sustentabilidad.
Una de las bases de la sustentabilidad en la construcción es lo que se denomina “arquitectura bioclimática”, aunque interesa aclarar que no se trata solo de arquitectura que responde al clima, sino que, como diría Enrico Tedeschi en 1973 en su libro “Teoría de la Arquitectura”, se trata del paisaje natural ya que no solo el clima incide en la arquitectura, sino que también el terreno y la vegetación. En Mendoza encontramos muchos ejemplos de arquitectura que responde al entorno natural, donde algunos son actuales, aunque la mayoría datan, principalmente, de cuando los sistemas de climatización no existían o su instalación era muy costosa y, por ello, la población recurría a las características del medio físico para construir su vivienda. Ciertamente, si volvemos a mirar a la arquitectura tradicional mendocina vamos a encontrar que se caracteriza por el uso de espacios intermedios, como pérgolas para proteger el norte de la radiación solar en épocas de verano. Esta pérgola se acompaña de la clásica parra, que con sus hojas caducas regula el asoleamiento mientras que en invierno pierde las hojas para dejar pasar el sol al interior. Otra de las características es el uso de materiales de gran inercia térmica en muros, como el adobe o la piedra. También encontramos el uso de persianas o protecciones en aberturas para disminuir el intercambio de calor entre el interior y el exterior, entre muchas otras estrategias.
Pero, la sustentabilidad en la arquitectura no sólo se limita a lo bioclimático, sino que también implica la relación de la obra con el barrio y la ciudad. Además, un aspecto clave a considerar hoy son los avances tecnológicos y científicos que han favorecido a lo largo del tiempo la aparición de nuevos materiales constructivos, más eficientes, más livianos e incluso adaptables para cualquier tipo de estructura. Otro de los aportes tecnológicos tiene que ver los nuevos dispositivos para generar electricidad (paneles fotovoltaicos) o para el calentamiento de agua (calefón solar). Pero sin duda estos sistemas tienen que ir acompañados del diseño bioclimático, no en la idea de copiar las mismas formas o materiales del pasado, sino reinterpretando sus características. En efecto, si el proyecto está pensado para responder al clima del lugar, con los materiales adecuados, el correcto asoleamiento y protecciones solares, la ventilación cruzada, el uso de vegetación que produzca sombra, entre otros, luego, los sistemas tecnológicos de producción de energía o agua caliente se disminuyen notablemente en cantidad y por lo tanto en costos, sin resignar nada del confort térmico a que estamos acostumbrados alcanzar de una manera más natural.
El cambio climático es un desafío para las nuevas y viejas generaciones. Se trata de volver a mirar al pasado para considerar las estrategias de diseño sumando las tecnologías y avances técnicos y científicos que existen hoy. La Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad de Mendoza se suma a estos desafíos, incorporando una Diplomatura en Arquitectura Sustentable (100% On Line) para todos y todas las profesionales de la construcción, donde se brindan herramientas teóricas, metodológicas y de diseño con vistas a que el proceso proyectual de nuevos edificios y viviendas (e incluso intervenciones urbanas) tiendan a producir una arquitectura más responsable con el ambiente y con el futuro del planeta.
FUENTE: Diario UNO